Nueva etapa: filosofía en las nubes

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Unos meses antes de que el coronavirus se extendiera por el mundo, con el impulso de mi señora madre comencé un nuevo proyecto de enseñanza on line: www.filosofiaenlasnubes.com

Hoy es una realidad con varios cursos de filosofía activos y como una plataforma de soporte para los estudios de posgrado.

El título de nueva aventura, «Filosofía en las nubes» hace referencia a una comedia titulada «Las nubes«, escrita por Aristófanes en la que se burla de Sócrates y de aquellos que buscan las definiciones de los conceptos en vez de vivir. Sin embargo, para Sócrates, la filosofía es un modo de vida, y quizá, el más complejo al que puede aspirar cualquier ser humano.

Cuando todo pasa por una pantalla es necesario cambiar la atención de afuera hacia adentro, y adueñarse de la experiencia filosófica de más de 25 siglos para aprender, una vez más, cada día, como si fuera el primer día, como si fuera el último, pero no desde la nada, sino desde la rica tradición de la filosofía occidental que nos permite entender el mundo, el cambio, la psique, el alma, el cuerpo, los problemas del conocimiento, de la vida, de la política.

Un camino sin certezas, pero que debe contar con la alegría, aún en la incertidumbre, de que ese camino no se recorre en soledad.

Peter Sloterdijk comienza su libro «Normas para el parque humano» con la siguiente reflexión, invitando a seguir amando la sabiduría y a hacer de la filosofía como un virus que contagia a los lectores e interlocutores:

«Como dijo una vez el poeta Jean Paul, los libros son voluminosas cartas para los amigos. Con esta frase estaba llamando por su nombre, tersa y quintaesencialmente, a lo que constituye la esencia y función del humanismo: humanismo es telecomunicación fundadora de amistades que se realiza en el medio del lenguaje escrito. Eso que desde la época de Cicerón venimos denominando humanitas es, tanto en su sentido más estricto como en el más amplio, una de las consecuencias de la alfabetización.
Desde que existe como género literario, la filosofía recluta a sus adeptos escribiendo de manera contagiosa acerca del amor y la amistad. No es sólo un discurso sobre el amor por la sabiduría: también quiere mover a otros a ese amor. El hecho de que la filosofía escrita haya podido siquiera mantenerse como un virus contagioso desde sus comienzos hace más de 2.500 años hasta hoy, se lo debe al éxito de esa facilidad suya para hacer amigos a través del texto. Así ha logrado que se la siga escribiendo de
generación en generación como una de esas cartas en cadena y, a pesar de todos los errores de copia, o quizá precisamente por ellos, ha ido atrapando a copistas e intérpretes en su fascinante hechizo creador de amigos.
El eslabón más importante de esta cadena epistolar fue, sin duda, la recepción del mensaje griego por parte de los romanos, pues la apropiación romana del texto lo hizo por primera vez accesible para todo el imperio e indirectamente también —por encima y más allá de la caída de la Roma occidental- para las culturas europeas posteriores. Seguro que se habrían sorprendido los autores griegos de saber qué clase de amigos aparecerían un día al reclamo de sus cartas. Una regla de la cultura literaria
es que los emisores no pueden prever a sus receptores reales. Lo cual no priva a los autores de embarcarse en la aventura de poner a circular sus cartas dirigidas a amigos no identificados. Sin la codificación de la filosofía griega en rollos de papel escrito transportables, esos objetos postales que llamamos tradición jamás se habrían podido enviar; pero sin los lectores griegos que se ofrecieron a los romanos para ayudar a descifrar las cartas venidas de Grecia, aquellos mismos romanos no habrían sido capaces
de entablar una relación amistosa con los emisores de esos escritos. Una propuesta de amistad que quiera aventurarse a salir lejos requiere, por tanto, ambas cosas: las cartas en sí y sus remitentes o intérpretes.» (pp. 18-20)

Volver a la Ilustración

En plena pandemia de desinformación, de fakenews, de bulos, de escraches, de manipulación de la información de cómo se expande y afecta el contagio de este virus terminado en 19, se han producido multitud de debates, se multiplican las preguntas y se evaporan las certezas.

En el ámbito de la filosofía como cuenta gotas han ido publicándose columnas de opinión en los medios de prensa con ensayos para todos los gustos e incluso un ocioso en cuarentena ha hecho una edición prolija e irónica con el título “Sopa de Wuhan” y con varios murciélagos en la portada. En esos textos encontramos una dicotomía entre el surcoreano Han y el esloveno Žižek sobre el significado de esta crisis mundial y de sus posibles consecuencias. Las posturas oscilan entre la llegada de un nuevo comunismo o de una nuevo capitalismo exacerbado.

El control biotecnológico aparece como el centro del debate de posibles soluciones o nuevos problemas para la libertad y la convivencia. Paul B. Preciado analiza la generalización del uso de biotecnologías de control de las personas en un avance real y no de ficción (a lo Black Mirror) de las formas contemporáneas de control y de ejercicio del poder. Pero no todo tiene por qué ser para mal.

Independientemente de lo que cada uno vea en su bola de cristal cuando imagina cómo será el mundo mañana, es interesante observar cómo se repiten en filósofos y politólogos dos ideas, que aunque parecen como escritas la margen, empiezan a ser un mínimo común.

La pregunta más abierta tiene que ver con cómo un virus ha logrado lo que la contundencia del cambio climático no ha conseguido en varias décadas: parar la producción y la economía mundial. ¿Puede más un virus invisible que todo el conocimiento científico acumulado sobre los efectos de la contaminación del aire, de los mares, del agua, de la tierra y de cómo asfixia y mata de hambre a las poblaciones urbanas (y no solo) de medio mundo, desde China, pasando por la India, Madrid, Buenos Aires, Nueva York!!? Y así, cabe preguntar entonces, ¿qué mueve nuestra voluntad social y colectiva? ¿El miedo a través de las técnicas de control y amenaza de los regímenes orientales? ¿lo desconocido en forma de un virus, que se dice que es nuevo? ¿lo invisible que nos quita el aliento, el pneuma que en la antigüedad griega era el principio de vida?

La naturaleza ya nos ha dado un ejemplo de lo que sucede en un escenario postnuclear, Chernóbil, en cuanto el ser humano se autolimita y se va, la naturaleza vuelve a florecer, se logra limpiar y cumple con la reproducción de sus múltiples ciclos. Esto nos debe conducir a reflexionar sobre cómo la producción humana atenta claramente contra la reproducción de la vida en general. Quizá, en la bola de cristal, podríamos tratar de imaginar, todos juntos, para el primer día del mañana, una nueva forma de economía que permita la convivencia con el resto de formas de vida (y sí, incluidos otros virus) y que no contemple el hambre ni la contaminación.

La segunda pregunta que se repite en las reflexiones que circulan en estos días es qué hacer ante el miedo que despierta no solo el virus sino también la crisis social, económica y de salud que se está produciendo conjuntamente y cuyo final no sabemos cómo ni cuándo será. Muchos de ellos remiten a buscar con la razón la forma de cimentar estructuras diferentes que apuntalen el bien común. Es decir, una vuelta a la Ilustración pero habiendo aprendido de la experiencia de haber estado a punto de traspasar algunos límites. Aprendiendo de lo pernicioso que suele resultar la omnipotencia humana -relatado en múltiples mitologías- quizá debamos poner en esa bola de cristal un nuevo proyecto ilustrado que aprenda de sus errores, que se base en la tecnología y no al revés. Un proyecto donde lo común guíe la ejecución de presupuestos públicos, donde la ilustración sea el objetivo (presente y utópico a la vez) de todo proyecto educativo, donde lo común sea la constante que alimente las relaciones sociales y la construcción de identidades, donde la diversidad no sea un problema sino la práctica de la libertad. Donde el cuidado sea el centro de la vida en común y la producción sea un medio y no un fin.

En los artículos mencionados hay una preocupación común en torno al uso de la biotecnología que en oriente ya se usaban para otros fines, y que en esta ocasión parece que ha ayudado a la contención de la pandemia. Los occidentales, menos propensos a compartir sus datos digitales con los gobiernos, sin embargo, como dice Preciado, pueden pensar gracias a las libertades de expresión, pensamiento y prensa (no tan comunes en ciertos estados orientales) que esas mismas tecnologías que en manos de gobiernos autoritarios o no éticos puede hacernos soñar con las peores pesadillas, pero, puestos recíprocamente en manos de una ciudadanía ilustrada, con un desarrollo global de la educación, con las necesidades básicas cubiertas, con las libertades aseguradas y acceso a la tecnología, abren un panorama muy distinto.

La dicotomía entre capitalismo y comunismo, entre biotecnovigilancia o responsabilidad cívica, barbijo si o no, solo fomenta un pensamiento bipolar que empobrece la reflexión y la libertad. Pensar que solo tengo dos opciones entre las que además tengo que elegir necesariamente, puesto que estar quieto, paralizado, no es una opción, constituye una falacia, un planteamiento erróneo de los problemas. Esta forma de entender la elección y por tanto la libertad, elimina la dimensión creativa de cada elección, la que cada uno reconoce cuando toma una decisión y el resultado jamás es como lo había calculado, porque siempre hay algo nuevo que era imposible de anticipar, de controlar, ni siquiera de imaginar. Ese inconmesurable es precisamente la libertad. Para bien y para mal.

Esta forma de entender la libertad, en un escenario donde hay que elegir, hace falta que se ilumine con sueños y con proyectos futuros, a sabiendas de que el futuro será como sea, y ninguno de los proyectos se realizará perfectamente. Pero como decía Aristóteles, para no quedarnos paralizados, debemos al menos apuntar a una diana, mirar a los fines.

Y en la elección de los fines está lo que si podemos elegir, racionalmente, libremente, poniendo las prioridades, los medios y las voluntades a trabajar juntas. Pues bien, dicho todo esto, ¿hacia dónde apuntamos si no queremos gobiernos autoritarios, si no queremos sucumbir como especie por la falta de solidaridad cuando los problemas son globales, si nos disgusta la hipervigilancia y no basta con la responsabilidad cívica? ¿a dónde miramos si deseamos que el control de los gobiernos sea recíproco con el que ellos ejercen sobre los ciudadanos?. Si un gobierno sabe todo de nuestros gastos e ingresos, de nuestros movimientos, de nuestros consumos, de nuestro trabajo, de nuestra composición familiar… ¿por qué los ciudadanos no pueden saber todo sobre los presupuestos, sobre los debates, sobre la aplicación de las reglamentaciones que se llevan a cabo en la dimensión política y económica de las instituciones públicas?

Pues bien, no hace tanto, allá por el 2010 comenzó a hablarse en castellano de una forma de renovación democrática denominada “Gobierno abierto” que ponía precisamente la tecnología al servicio de los ciudadanos para el fomento de la libertad y la igualdad, en un ejercicio de fraternidad entendida como participación en la vida pública, no sólo en la cooperación privada de vecinos o familias. Así, la vieja forma democrática inventada por los griegos y reformulada tras las grandes revoluciones ilustradas del siglo XVIII da un paso más hacia una democracia directa en la que todos los ciudadanos participan bajo los principios de transparencia, responsabilidad y colaboración no necesitando las mediaciones de las representaciones gubernamentales mastodónticas actuales, precisamente amparados en las enormes posibilidades que ofrece hoy la tecnología, que nos deja soñar con un gobierno activo desde la base de la ciudadanía.

Poner al servicio de la libertad, y no del miedo, la tecnología no solo puede fomentar otra forma de democracia, sino también otra forma de entender el conocimiento. Los datos no se convierten solos en conocimientos, requieren procesamientos de máquinas y de humanos que construyan las máquinas y que interpreten sus resultados y los conviertan en tecnología, en teorías, en prácticas sociales.

Nuevamente, hoy, con la pandema del nuevo virus, compartir esta información entre la comunidad científica internacional, liberar patentes, colaborar solidariamente entre naciones, se ha convertido en la mejor posibilidad que tenemos para salir de este embrollo mundial. Pero si se logra finalmente esta cooperación científica, deberíamos propulsar que en vez de una excepción se convierta en la norma.

Repensar la Ilustración en tiempos de pandemia es un seguro anticuerpo a todo intento de autoritarismo político y mental, una vacuna contra la desazón y la angustia y un revulsivo ante el callejón sin salida al que pareciera -aunque esperemos que no- que nos ha llevado cierta inconsciencia en la que hemos caído, distraídos por el consumo de hoy, sin ver cómo se desvanecían las instituciones, la democracia y la justicia mientras se aplasta el planeta en una crisis ecológica también sin precedentes, bajo la presión de un sistema que legitimaba comprar bananas chinas en América y papas europeas en Bolivia.

Si queremos ser libres e iguales, en la salud y en la enfermedad, debemos volver a la tercer pata de los cantos revolucionarios de finales del siglo XVIII y cultivar la fraternidad más allá de las fronteras geopolíticas, más allá de los límites de nuestra piel física y cultural. Sólo la fraternidad tiene la fuerza necesaria para articular las tensiones entre la igualdad y la libertad, generando, quizá, por fin, algo más que una globalización económica, una globalización del cuidado del otro, donde el otro es el mar, el cielo, el vecino, el abuelo, la niña, el médico,…. la vida.

*Ilustración: Aguafuerte de Francisco de Goya y Lucientes. Forma parte de la serie Caprichos. Es el número 43. Año 1799. Se puede ver en el Museo del Prado de Madrid y hay otro ejemplar  en la Biblioteca Nacional de España, también en Madrid.

No hay vida sin muerte

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Desde los comienzos de toda cultura, la vida humana se entiende acompañada de la muerte. Si sólo fuera vida, seríamos dioses.

Y no lo somos.

En los últimos años me interesé, críticamente, los devaneos de la ciencia y de grandes multimillonarios por los tratamientos para prolongar la vida, proyectos Matusalem que desvirtúan lo que pienso que es central en la vida, que no trata del cuánto y si me apuran, tampoco del qué. Sino del cómo. Y es cómo se traduce en poner la dignidad de la vida en el centro de nuestra acción individual y social.

Hoy, la vida se ha detenido en pos de evitar la muerte, y en este paréntesis de parálisis del pensamiento crítico, de la economía, en esta suspensión de las libertades, de las transacciones, de los movimientos…hemos dejado de vivir.

La falta de voces críticas que señalen la suspensión de las libertades basadas en presunciones pseudocientíficas deben encender las alarmas de cómo el estado de derecho se está volcando contra los propios ciudadanos a los que debería defender.

En pos de la alarma, la emergencia y la propagación sin precedentes del miedo, la sumisión reina a sus anchas legitimando el ejercicio de la violencia. La falta de libertad que implica el estado de excepción, de alarma, la obtención de superpoderes de gobernantes mediocres, suma un aliado psicológico: el aplastamiento que el miedo y la desinformación producen en las personas.

El miedo es el mejor antídoto contra la libertad. El miedo es el mejor aliado de los abusos de poder. El miedo es el enemigo del estado de derecho, y en esta ocasión, lo ha convertido en siervo y, con ese movimiento, se ha llevado por delante la posibilidad de pensar que la desproporción y la sobreactuación de los gobiernos de toda la faz de la tierra, huelen a cortina de humo, huelen a backstage desde donde se mueven los hilos de una clase política que parece una compañía de títeres donde los pensantes y los que escriben el guión no se dejan ver. Algo huele a podrido, y si no despertamos de este letargo, quedaremos atrapados en un inframundo indeseable, tiránico y totalitario.

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Otra ciudadanía para otros políticos

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Caminante no hay camino, se hace camino al andar...A. Machado

Caminante no hay camino, se hace camino al andar…A. Machado

En la calle hay un dicho que enuncia que España se está argentinizando y Argentina se está venezolizando.

Hasta el momento mi percepción me guiaba a una interpretación del tipo económico: la clase media en España está a la baja; una buena porción ha pasado a ser pobre: véanse los datos de niños en riesgo de pobreza que hablan de padres pobres. En el siguiente escalón está Argentina que se dice bolivariana, cuando lo que copia no es sino una estética histérica, muy común al difunto Chávez y a la actual Cristina, ya que petróleo no se está repartiendo, sus niveles de analfabetismo son relevantes por primera vez en décadas y entre tanto, le dan al verbo para tapar acciones del poder por el poder, independientemente del partida en el que se milite.

En realidad, pensándolo bien, habrá quien vea en el alza del nuevo partido político ‘Podemos’ una tendencia hacia el populismo de tipo chavista, una frase que nos lleva a América del Sur cuando pensábamos que tan solo estábamos al norte de África, como bien sabía Ortega.

El miedo a la ruptura del bipartidismo es lo que sin embargo – y ahora lo veo claramente- nos ha llevado de facto a una evidente “argentinización y venezolización”, pero no en cuanto a la imagen que unos y otros pretenden dar en estos últimos años, sino en las prácticas que siempre han caracterizado a Argentina, un país que con su inmensa riqueza cultural y territorial ha permitido que se robara cientos de veces su producto interior bruto e intelectual. Así que el quid de la cuestión es más bien el hecho de que un país con corrupción es un país cuyos ciudadanos permiten que sus representantes políticos estén corrompidos, que sus leyes no impidan la corrupción y si la hay, la castiguen proporcionalmente al daño, no material, sino moral que inflingen en los ciudadanos. ¿Y por qué moral? Porque la corrupción existe porque es permitida por toda la estructura de un estado.

Así, la indignación general que ha probocado una nueva forma de organización, no solo en la cara de Pablo Iglesias (que ya tiene gracia que tenga el mismo nombre que uno de los fundadores del PSOE!), sino antes en UpyD (sin mucho éxito), en las diferentes secesiones del PP hacia la ultraderecha o el centro de manos de organizaciones civiles como por ejemplo las vístimas del terrorismo, Equo, Vox después, y uno más, pero no cualquiera, “Podemos” al que ahora se le suma “Ganemos” que viene a ser una cualización de otras alternativas menos visibles.

Pero precisamente, donde ciertos sectores ven “argentinización” bolivariana, yo veo más bien ilustración democrática (¡por fin!), en el que una regeneración democrática no pasa por un recambio generacional -tal como lo entiende el PP, que pensando siempre en lo mismo y en sí mismo, sólo entiende el cambio como mero paso del tiempo, sin cualidad creativa en él-. El cambio de Podemos es un cambio de dinámica y de estructura donde – y he ahí otro punto de inflexión muy muy relevante- es perfecto, evidente y necesario, absolutamente necesario, que no haya un plan a priori, donde las ideas no estén pre-establecidas, donde no se tenga opinión sobre cualquier cosa y sobre todo…y ¡no! Cómo un líder, uno, puede sintetizar la voz de una multitud en debate, en reflexión, en crítica y autocrítica, en asamblea casi permanente – discurso en formación, en cambio constante de algo que está siendo creado colectivamente!- y donde no se espera llegar a ninguna conclusión concluyente, pues entonces estaría en el dogma de creer que se puede tener la solución perfecta.

Pero aquí lo que está creando falacias no es la respuesta que da ‘Podemos’ -como entidad colectiva- a una situación lamentable del país por el hecho de existir y de decir, colectivamente. La falacia se crea equivocando el problema, equivocándonos en las preguntas, porque las preguntas que tienen respuestas predeterminadas no son realmente preguntas. Y esas son las que normalmente hacen los periodistas a los políticos y los políticos a la ciudadanía en forma de listas cerradas y de democracia indirecta.

Hoy, la ilustración pasa por hacer otras preguntas a la ciudadanía y hacerle todas las preguntas al que quiera participar como representante. Y esas preguntas hay que crearlas. Otra ciudadanía para otros políticos y otros periodistas.

Tras las encuestas del CIS y Metroscopia los editoriales y columnistas se aprestan a pedir a Podemos una carta de navegación, una declaración de intenciones, una receta de cocina en que enseñen sus cartas. Pero por su propia dinámica es precisamente lo que no creo que hagan, ya que no es un producto del márketing precocinado y embasado al vacío, sino una creación constante.

No es menor la cuestión de que muchos de sus cabezas visibles vengan de la Universidad, donde si bien no encontramos el mejor panorama del mundo a nivel intelectual, es un ámbito donde se trata de evitar la tendencia a la fragmentación de la información y el conocimiento y donde sus tiempos todavía permiten reflexionar, individualmente y colectivamente. Así que podemos presuponer que sus miembros más visibles vienen de una larga reflexión sobre la teoría y sobre las prácticas más o menos contemporáneas y que algo han aprendido de todos sus errores.

En esta esperanza y en la corrección que produce una masa pensante (que no me oiga Canetti!) me regocijo al ver los ataques de PP, PSOE y periodistas (el colmo es un editorial de El País solicitando al PP que de forma urgente reaccione para no seguir perdiendo votos que asegurarían la ruptura del bipartidismo, escenario que para el Grupo Prisa parece terrorífico) entrando en pánico ante un escenario no previsible.

Solo en la creatividad está la salida, y los que no tienen miedo son los que ganarán la partida.

Cada libro con su historia

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Cosa resta del padre? La paternità nell’epoca ipermoderna, Massimo Recalcati (2011) 189 pp

Elina Wechsle y Daniel Schoffer, La metáfora milenaria, Biblioteca nueva, (2001). 167 pp

Elina Wechsler, Arrebatos femeninos, obsesiones masculinas. Clínica psicoanalítica hoy (2008), Letras vivas

Elina Wechsler, Psiconanálisis en la tragedia: de las tragedias neuróticas al drama universal.  Biblioteca nueva

Y ya es 3 de noviembre. Llevo meses dando vueltas a varios libros de psicoanálisis pero con lecturas poco sistemáticas.

Empiezo por el más viejo, es decir, lleva reposando en mi biblioteca lo menos 6 años. Un regalo de mi psicoanalista que vino con otro. El ‘otro’ lo leí al toque y lo he vuelto a leer tres o cuatro veces, encontrando en cada lectura una nueva interpretación, porque, si una pregunta sigue ahí, dando vida a mi vida es la pregunta sobre ¿Qué es ser una mujer? Pregunta que después de mucho diván resulta que estructuraba todas las demás preguntas, y que a seis años de haber dejado esa etapa analítica, vuelve y vuelve, pero ya con más herramientas y toda una construcción personal e intersubjetiva que no cesa de crecer creativamente.

El libro en cuestión era “Psicoanálisis en la tragedia. De las tragedias neuróticas al drama universal”, de 2001. Recorría allí la figura de Fedra y Antígona, (cito de memoria), pasando por contraste con un sugerentísimo análisis de Hamlet y Edipo, referencias ya universales sobre las que se construye uno a uno cada uno o una. Junto a este libro vino el que quedó juntando polvo “La metáfora milenaria. Una lectura psiconalítica de la Biblia” (2008). Por mi aversión a temas religiosos, nunca le presté atención, es más, lo evité. Y resulta que en mi último viaje a Madrid pasé por la consulta de nuevo y antes de irme me cayeron más regalitos que ahora estoy disfrutando muchísimo, y cuando me estaba preguntando qué libros tenía y cuáles no….le dije ‘el de la metáfora lo tengo…pero la verdad no lo leí nunca…”. Ella me miró…. yo en su momento lo interpreté como un reproche, pero ahora que lo he leído DOS VECES SEGUIDAS!, entiendo que iba de otra cosa la mirada.

Y si, hay textos que no permiten una lectura. La primera es puro reconocimiento del terreno, la segunda aprovechamiento y al tomar notas, reflexión.

La verdad de la cuestión es que entre los nuevos regalos bibliográficos había uno que desde la primera página me resultó muy complicado. Tuve oportunidad de hablarlo con ella y me dijo que efectivamente, era para especialistas. Y señalada la dificultad ahí puse yo mi objetivo.

Al volver a casa revisé todo lo que tenía a mano, leído o no sobre el tema y volví sobre ello, para abonar el campo. Y allí apareció “La metáfora…” y luego seguí con el difícil y luego con otro y así la cadena está que arde!

Parte II: Historia de un Estado Clandestino de Ian Karski

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Este libro me lo regaló mamá entusiasmada tras su lectura. No suele fallar la mamma!

Comienzo la introducción apasionada.

Sebas me “roba” el libro mientras hago un mate y no me deja seguir la lectura. Se enfrasca en la lectura y desaparece casi dos días completos. Cada vez que me pregunto dónde está, lo encuentro libro en mano. Lee y lee. Descansamos.

Vuelvo a la lectura. Llueve y llueve mucho desde hace días. Estamos tranquilos: comer, beber, amar, dormir. Leer y ver series. Ver otros mundos mientras la naturaleza nos fuerza a una suspensión del tiempo exterior.

Uno de los puentes que no une al mundo está tapado por el agua. Mucha gente evacuada de sus casas.

Son múltiples los encuentros con obras escritas antes del final de la Segunda Guerra Mundial: Nemirovsky, Zwieg, Karski, el relato de una película de Cloony sobre el robo sistemático de obras de arte por parte de los nazis como parte del gran proyecto de la ciudad de los museos de Berlín, la serie de tv “Hermanos de sangre” sobre la división voluntaria de paracaidistas de EEUU que participaron en el final de la guerra desde el día D…. Todos ellos comparten cierta incredulidad sobre los límites de lo soportable y de lo inhumano hecho por humanos. El régimen nazi superó todos esos límites y más.

Hay algo en esta literatura que difiere de todo lo que he leído antes. Esa esperanza por la supervivencia ante lo que hacen los alemanes.

Y vuelve una sensación de que los dejaron hacer. Recuerdo la denuncia de la obra de teatro de Bretch. Como el horror se formó a base de tolerancia y corrupción. Karski lo cuenta. La corrupción entre los alemanes fue a su vez, dando una vuelta de tuerca, una herramienta de la Resistencia en Polonia y en el resto de la Europa ocupada. Pero la corrupción anterior, de todos los que dejaron que Hitler diera cada paso…fue la llave de la puerta.

La suma corrupción humana es El Horror.

Han pasado setenta y pico años y nada ha cambiado sustancialmente, el nazismo ahora se llama de otra manera y las ideas que se le oponían hoy son utópicas: la democracia se muestra como incapaz de frenar El horror.

El 24 de junio se cumplieron 100 años del nacimiento de Karski. Y hallome yo acá escribiendo sobre él.

Hasta hoy no tenía conciencia (creo que no tenía ni idea) de que el gobierno polaco fue el único que no caudicó ante Hitler. Y a pesar de ser el primero en haber sido atacado formalmente (pongamos que Austria se tomó por otras vías…puramente claudicantes con la venia de toda Europa), resistió en el exilio. Quien sabe si inspirado por un gobierno republicano español que también intentó subsistir en el exterior de sus fronteras. Pero la comunidad internacional se muestra siempre cobarde. Ayer y hoy.

El autor fue torturado, perseguido, vio morir a los suyos y a todos los demás. Vio como Polonia se derrumbaba por la presión nazi y aunque su misión era ver, oír y contar, no tuvo orejas suficientes. Al punto que los ejércitos que llegaron a las zonas ocupadas no sabían nada de los campos de concentración, mientras que los gobernantes sí sabían. Y Karski fue el mensajero.

El relato del encuentro con las autoridades del gueto judío de Varsovia es extremecedor, su visita al propio gueto y su forma de relatarlo en Londres, París, Washington… de como “le pusieron un piso” en Nueva York a finales del 44 para que escribiera todo lo que había vivido durante la guerra y el posterior olvido de su figura, y del propio libro, habla de las paradojas de la historia y de la dificultad de de aprender de lo vivido, de lo mal que el presente selecciona lo que debe retener, y de como deja ir lo que nunca debió velarse.

En una de sus últimas entrevistas (o quizá la última) que tuvo con el presidente Sikorski de Polonia en Londres éste le dijo: “ El pueblo no debe olvidar” (p. 502) y poco después, tras repasar las cicatrices del rostro de Karski, sus dientes rotos por la tortura, las marcas en la muñeca de un intento de suicidio mientras estaba detenido por la Gestapo…. le comentó: “parecen graves. Veo que también la Gestapo le ha dado una condecoración. Tiene cosas para recordar”

A lo que Karsli respondió: “Ya no me molestan más, general, pero no olvidaré…., ni lo harán mis hijos y mis nietos”.

A los pocos días se le confirió la condecoración de la cruz Virtuti Militari. Luego partió al nuevo mundo a “informar a los líderes de Naciones Unidas sobre la situación en Polonia y la condición de la Resistencia” (pp. 504-505)

Karski fue un avanzado que clamó ante el mundo entero (la incipiente ONU, el presidente de EEUU, embajadores de Europa, intelectuales y políticos británicos…) las atrocidades del nazismo. Pero me queda la duda de qué sirvió.

Hoy el genocidio mayor no es por motivos religiosos. La mayor injusticia hoy la sufren las mujeres.

Pos-data: un mes después los judíos invaden Gaza donde mueren niños y mujeres.

En España al problema del techo de cristal se le suma el terrible honor de ser uno de los países con mayor índice de trata de mujeres. “Trata” denomina el tráfico de mujeres empleadas principalmente en la prostitución. El Mal, El Horror, es la tolerancia con el proxeneta, con el que “se va de putas”. Porque detrás de cada puta hay una esclava y muchos esclavizadores.

(Link Unesco trata de mujeres) El secuestro de niñas, las ablaciones, los martirios a pedradas, los burkas y todo sus semejantes hablan de una práctica sistemática de dominación, igual que la minifalda y la anorexia, las tetas de plástico y el auge de las botineras. Ser, para ser de otro.

Releyendo este texto, veo como palpita mi asociación libre.

3569-4160: Historia de un Estado Clandestino

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Tras fracasar con la lectura de “El cementerio de Praga” de Eco, que abandoné a finales de marzo y aunque lo acarreé hasta España, no me siguió interesando y lo dejé, físicamente, en Madrid.

Ahora leo la “Historia de un Estado Clandestino” de Jan Karski

Me paro a escribir nada más leer. El libro habla del gobierno polaco en el exilio tras la invasión alemana del 39 que dio comienzo a la Segunda Guerra Mundial.

El espíritu abierto, cosmopolita, optimista, que expresa el joven Karski lo he encontrado en muchos otros testimonios reales o ficticios de esa época.

No me extraña que toda evocación de una época de preguerra se llene de matices de plenitud y vitalidad al narrar las historias ya después de la guerra. Se idealiza el pre de la guerra.

Pero en todos los casos siento que la expresión coincide con el título de las memorias de Zweig: “El mundo de ayer”

La conciencia de haber perdido un mundo, la narración de un climax cultural y su caída, su inmolación…

Y sigo encontrando paralelismos con la generación que vivió su juventud entre los 80 y los 90 que creció viendo un mundo de expansión y desarrollo que parecía saltar en trampolín con el avance de la tecnología sobre la vida cotidiana y sin embargo, un día se desayunaron que todo ese impulso, toda la educación, la libertad y sus promesas no se podrían seguir desarrollando. Una nueva caída, también con esa conciencia de pérdida sin vuelta atrás. Y no por una guerra, sino por las muchas guerras y el creciente poder de la dimensión financiera del mundo en detrimento de las personas.

El mal no se puede anticipar, y cuando se presenta es siempre peor de lo que hemos imaginado, de lo que se puede imaginar.

Y dice Karski: “Los acontecimientos se habían alejado por completo de nuestra comprensión, privándonos de toda volición”

Me pregunto si no es necesaria la volición para que pueda darse el círculo hermenéutico. Sin interpretación solo hay dogma, parálisis de la crítica. Fascismo.

8 de junio: Historia de un libro y de una amistad

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Hace muchos años con una amiga empezamos a hacer yoga. Formamos un variopinto grupo con su madre y una amiga de ésta. Nos reuníamos en su casa, en su habitación, una vez por semana al medio día. Yo galopaba desde la facultad hasta el centro de Madrid donde vivía. La profe, María, fue una precios influencia en esa época. No recuerdo cuantos años estuvimos con esa rutina, pero el grupo progresó, se sumaron otra amiga y mi hermana y avanzamos muchísimo en la exploración del yoga.

Hata Yoga era, pero probamos otras muchas variantes. La meditación, los cantos. Fueron herramientas que nos hicieron crecer.

Tras la sesión de yoga, casi siempre, por no decir siempre, me quedaba a comer las ricas cosas que cocinaba Carmen, y con la tranquilidad que da la vida universitaria solíamos pasar la tarde mi amiga y yo, sentadas en el alfeizar de su balcón tomando tés de infinidad de sabores y conversando sobre la vida.

María la profe, fabricaba unas colchonetas preciosas de colores para hacer yoga, y la madre de mi amiga me regaló una, azul y rosa oscuro. Con el tiempo, quisimos profundizar y nos recomendó un libro que presentaba una síntesis del yoga y los principios básicos de la práctica. Era un libro realmente completo en el que la propia profe había participado. Además de la filosofía contaba con todas las posturas de yoga y buenas explicaciones sobre lo que hacer y no hacer. Como la economía apretaba, mi hermana y yo compramos uno para las dos. Durante años, después de que el grupo se disolviera, después de que pasaran años más, el libro fue ciculando entre mi hermana y yo y siempre fue un precioso recuerdo para volver a la práctica del yoga. Pero nunca como en aquella habitación del centro de Madrid.

Hace unos años me mudé a la selva misionera en el noroeste argentino. Una zona rural que debe tener su encanto ya que somos muchos y variados los que nos hemos trasladado a esta zona de frontera. De a poco, hemos hecho amigos, y después de eso, siempre se chusmea la biblioteca del vecino. Y en una de esas, volví a hacer yoga con una vecina. Lo más increíble es que entre sus libros encontré el mismo libro de yoga que yo había tenido en Madrid y que al final se había quedado mi hermana. Como parte de mi recuperación se lo pedí prestado para hacerme una sesión apta para mis limitaciones de ejercicio tras la operación. ¡Disfruté tanto leyéndolo de vuelta!

Como dije, en mayo volví a mi ciudad y una noche volví a cenar con mi amiga de entonces. Tras una larga cena de sushi y buen vino le conté este reencuentro con el libro. Su cara de asombro no puedo olvidarla.

En estos años que han pasado su madre transitó por un largo cáncer que le permitió vivir más de lo que al principio pensamos. Hace dos años que ha muerto.

En esta cena Emma se acordó de que cuando murió, al repartirse la ingente biblioteca de su madre, apartó un libro para mi. Se trata del libro de Danilo sobre yoga, que aunque yo no me acordaba, mi hermana y yo le regalamos a su madre hacia el año 2002 como parte de un dar las gracias (nunca suficientemente) por el espacio que había creado para nuestros encuentros yóguicos. Una ida y vuelta que hace historia. Nuestra historia.

La última vez que vi a su madre estábamos por entrar a ver el espectáculo de Peter Brook sobre la Flauta Mágica. Fue el último espectáculo que vi en Madrid antes de venirme a Argentina. Fue en el ámbito del famoso Festival de Otoño de teatro que siempre disfrutábamos y que un día, por no se sabe qué, pasaron a época de primavera sin cambiarle el nombre. Una estupidez.

Esa tarde, en el Teatro del Canal me despedí de Mercedes y del Madrid cultureta.

Danilo Hernández, Claves del yoga, Ed. La liebre de marzo 

3241-3568: Sábado. Un día con Ian McEwan

Vuelvo con la maleta llena de libros. Regalos muy diferentes que ya han empezado a dar sus frutos. Antes de volver Tití organizó una linda cena familiar con locro y encima me regaló un libro: “Sábado”. Una historia que transcurre en un día, al uso de las viejas tragedias griegas y el teatro de la edad de oro español. Unidad de tiempo. De lugar: Londres. Unidad de acción: presentación, nudo y desenlace trágico.

El argumento es sencillo y el estilo fluido. Se lee del tirón. Puede que la traducción no sea la mejor en cuanto al lenguaje coloquial, pero si hace un buen trabajo con los términos técnicos.

Me saltan dos temas: la vida de trabajo o la nada o bien, el trabajo=nada o vivir trabajando para evitar la nada. Y ahí, tangencialmente, aparece el tema de la conciencia como fenómeno o epifenómeno del cerebro.

“Hay días, e incluso semanas enteras, en que el trabajo puede llenar cada hora; es la marea, el ciclo lunar al que han ajustado su vida, y sin él, al parecer, no hay nada. Henry y Rosalind Perowne no son nada” (p. 36)

“el trabajo es el emblema primordial de la salud” (p. 37)

La conciencia

Es personaje es un neurocirujano abnegado con su trabajo, exitoso, todavía joven, responsable con sus pacientes y su familia. Vive en Londres y con él vivimos un día en su vida entre la rutina y lo extraordinario a través de su hilo de conciencia y de un narrador omnisciente.

La ciudad vive un día extraordinario porque se celebra la manifestación más multitudinaria que hubo contra la guerra en Irak. Opiniones a favor de la guerra se dispersan por sus páginas casi a modo de autojustificación: la violencia tiene cabida en su cosmos y así la violencia se desata.

Como buen inglés no se adentra en grandes abismos sentimentales ni en grandes temas metafísicos. Cuando se avecina, surge el pragmatismo que aleja cualquier elaboración emocional.

“El pensamiento primitivo de los que tienden a lo sobrenatural viene a ser lo que sus colegas los psiquiatras llaman un problema, o una idea, de referencia. Un exceso de subjetividad, ordenar el mundo en consonancia con tus necesidades, una incapacidad de contemplar tu propia insignificancia. En opinión de Henry, este tipo de razonamiento corresponde a un espectro en cuyo extremo, irguiéndose como un templo abandonado, se halla la psicosis” (p. 29).

Templo abandonado desde que Freud dejó de lado la psicosis por intratable. Por suerte el psicoanálisis siguió desarrollándose después de él y trató de tratarla.

Las reflexiones sobre el potencial de la neurocirugía, el papel de la psiquiatría tras el desarrollo de las intervenciones del cerebro, los psicólogos, que como dice “no se ocupan del cerebro sino de la mente, de las enfermedades de la conciencia” (p. 106)

Y más allá de la codificación genética: la repetición como generadora de cultura, de convenciones, que pueden llegar a ser tan complejas como la “politesse de la corte de Versalles, que ningún conjunto de genes explica” (p. 197).

Confiesa ya casi al final de la novela que “A pesar de todos los avances recientes, no se conoce todavía el modo en que este kilogramo aproximado y bien protegido de células codifica información y almacena experiencias, recuerdos, sueños e intenciones (…) el secreto fundamental del cerebro se descubrirá algún día. Pero incluso entonces subsistirá el prodigio de que una mera sustancia húmeda pueda crear este radiante cine interior de pensamiento, de visión, sonido y tacto conjugados de una vívida ilusión de un presente instantáneo, con un yo, otra ilusión de brillante factura, que gravita en el centro como un fantasma. ¿Llegará a saberse algún día cómo la materia se vuelve consciente?” (p. 297)

Interesante concepción de la vida psíquica como teatro interior. Pero poco contemporáneo tratar la conciencia del presente y del yo como meras ilusiones. Porque si ellas son ilusiones, la realidad es otra más y así todo nuestro mundo y nuestra vida quedan en el rango de lo ilusorio, pero sin ningún punto de referencia que lo distinga de una supuesta realidad verdadera. Así llamarlo a todo ilusión es equivalente a llamarlo verdad, no cambian en nada sus atributos.

Poco falta en la novela para que se cierre la tragedia, no quiero contar como, pero en medio de una operación reflexiona Henry: “Qué maravilloso cuento de hadas, qué comprensible y humano era el sueño del contacto que sana. Si se pudiera curar con la simple caricia de un índice, ahora lo haría2 (p. 298)

Es curioso como a lo largo de la novela transita prácticamente todas las concepciones y problemas sobre la relación cuerpo-alma y sobre la enfermedad y la curación de la mente y del cerebro. Y en este momento alude a aquello que Mesmer y tantos otros soñaron, curar por la sugestión, como si todo fuera causa de un delirio psicológico que se pudiera eliminar con otro delirio.

Yo creo que la psique tiene la fuerza para crear enfermedades físicas y evidentemente psíquicas, pero también al contrario. Los descubrimientos del papel de los neurotransmisores y su inmensa variedad son quizá el futuro campo de investigación más prolífico que modificará completamente la concepción del cerebro, más allá de la física, la química traerá una nueva forma de entender la complejidad de mente y cerebro.

La novela está muy bien documentada y el autor lo agradece en un apéndice. Loable trabajo de documentación y aprendizaje.

La violencia.

Un insomnio no habitual comienza este sábado produciendo el primer espectáculo de la violencia: una bola de fuego en el cielo del amanecer sobre Londres destapa una inquietud.

“una ciudad, por naturaleza, cultiva insomnes; ella misma es una entidad que no duerme y cuyos cables nunca paran de sonar” (p. 29)

Violencia: un día con las reglas cambiadas por una manifestación masiva, una manifestación pacífica contra la violencia de una guerra inminente producen un encontronazo con el coche de un matón en el centro de un Londres plenamente peatonalizado. La moderación da paso a un cierto instinto de supervivencia y a una rabia narcisista que le incitan a enfrentarse al matón. Pero el matón tiene una enfermedad neurodegenerativa. Cierre hermenéutico. Se pasa a otra dimensión. Es la espiral de la violencia.

Herencia

El realismo, la competitividad, el pensamiento burgués de un profesional al que le van bien las cosas, caracterizan a este tipo, Henry. Pero no está solo. Su constelación familiar le acompaña, le enriquece y le da sentido a su existencia en las horas que pasa fuera del trabajo. Un toque bohemio, otro musical, otro estético y otro contestatario están representados por los miembros de su familia dándole vidilla a este personaje que se complementa con los que le rodean. Trabajar o la nada.

Durante la novela se despliega una puesta es escena sobre la herencia. Desde la perspectiva científica a la narratológica.

“Es un lugar común de la genética moderna y la crianza de los hijos que los padres tienen poca o ninguna influencia en el carácter de los mismos” (p. 38)

Y sin embargo poco después Henry se atribuye haberle enseñado el blues a su hijo, que hoy es músico. Y poco después, uno de los nudos: el abuelo, poeta famoso, transimitendo el amor a la poesía a su nieta. Le pagaba por aprenderse poemas de memoria cuando era chica. La nena ya es una mujer y vive en París, presenta su nuevo libro y se produce un choque cuando quiere encontrar el reconocimiento del abuelo.

No es fácil heredar pues a veces se plantea una competición. Poco sana, poco constructiva, muy dolorosa.

La noche del sábado se producirá una reunión familiar donde abuelo y nieta se reencontrarán y todos esperan que hagan las paces.

Agosto: Llega Pablo leyendo el mismo libro. Tampoco le gusta el personaje, pero ¡cómo escribe que McEwan!

Septiembre: Mientras escribo esto me doy cuenta de una cosa. Anoche me acosté sabiendo que pasaría la mañana pasando a limpio las anotaciones de las lecturas. Ahora recordé que soñé que volvía a trabajar en una oficina. Se había creado una nueva empresa de gestión cultural y publicidad que se había llevado a mucha gente de La Fábrica. Me presenté y empecé a trabajar, aunque en realidad era todo tan moderno y el lenguaje tan específico que más que nada durante el sueño yo solo trataba de enterarme de como funcionaban las cosas.

La dinámica era medio parecida a escenas de Mad Men pero en el siglo XXI y otro tanto de The news room.

La gente, y yo misma, me preguntaba qué hacía ahí. Mi respuesta es que quería un poco de adrenalina. Pero al final de la primera jornada, ya empezaba a recordar lo que es todos los días volver al mismo sitio a la misma hora frente a una pantalla. Me despierto en la selva.

 

Volver… con Zweig (3129-3240 pp)

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7 de julio (San Fermín)

Han pasado muchos meses. Marzo terminó con una nueva anemia y abril fue una cuenta atrás para sobrevivir al trabajo de Semana Santa y hacer la maleta para ir a Madrid. Llegué a La Plata muy cansada.

9 de junio

Me traigo de este viaje muchos libros-regalos de Stefan Zweig, otros varios psicoanalíticos y alguna novela más.

En el micro de La Plata a casa leo una novelita corta “El amor de Erika Ewald» de Zweig, ay! como escribe este hombre. Ahora no lo detecto, es un post-escriptum, pero tiene mucha mano para escribir desde el punto de vista de las mujeres. Fue un buen feminista.

Lo que no deja de asombrarme de este tipo es tooodo lo que sabía de música, y de filosofía y de literatura y de historia…otra época del saber.

Comienzo nada más llegar a casa el libro “Sábado” (328pp) de Ian McEwan que me ha regalado mi tía Tití.

Y si, han pasado dos meses sin leer ni escribir. Una nueva visita de la anemia me ha dejado ko una buena temporada. Entre tanto me fui a dar besos in situ a familia y amigos. Casi seis semanas de idas y venidas pero poco tiempo interior.

Y desde Julio que a su vez escribí esto, han vuelto a pasar dos meses más. Hoy es 24 de septiembre. Anoche fue el equinocio de primavera en estas latitudes y aunque mucho escribí, todo está en mi libreta y ni tiempo de pasarlo a limpio. Poco a poco, como todo volver.